“Unitatis redentegratio”
Comienzo
este trabajo de la Unitatis Redintegratio con una cita del Cardenal Walter
Kasper, en una conferencia que dio sobre el 40 aniversario de la promulgación
del decreto conciliar: el ecumenismo es una aventura del Espíritu. Por eso,
concluyo tomando prestadas las palabras con las que concluye también el Decreto:
"La esperanza no quedará defraudada, pues el amor de Dios se ha derramado
en nuestros corazones por la virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido
dado" (Rm 5, 5) (n. 24).
El
"Decreto Conciliar sobre el Ecumenismo" (Unitatis Redentegratio),
presenta las bases doctrinales y las líneas de acción práctica del ecumenismo
católico. Fue promulgado por el papa Paulo VI el 21 de noviembre de 1964,
durante la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II. El Decreto recoge
los principios católicos del ecumenismo, es decir, la Iglesia Católica reconoce
que no hay un ecumenismo católico al lado de otro ecumenismo protestante u
ortodoxo, sino que hay un único movimiento ecuménico, al que las diferentes
Iglesias se unen a partir de sus propias posiciones doctrinales. Pues bien,
gracias al Concilio Vaticano II y especialmente a este Decreto, después de una
larga espera, la Iglesia Católica se ha incorporado al movimiento con un gran
ímpetu y una extraordinaria esperanza. Dijo el Papa Francisco el año pasado en
la clausura del Octavario de oración por la unión de los cristianos,
"hemos de continuar con humildad y confianza, en el camino hacia el
restablecimiento de la plena unidad de todos los creyentes en Cristo".
El decreto se divide en
tres secciones que son las siguientes:
a. Principios católicos
sobre el ecumenismo.
b. La práctica del
Ecumenismo.
c. Las Iglesias y
comunidades eclesiales separadas.
Ya
desde el proemio el documento señala que su finalidad, así como la de gran
parte del Concilio, es la de establecer la pronta unión entre todas las
Iglesias cristianas. La motivación mayor para que esto sea así, a la que aquí
se alude, es la realidad de que Cristo fundó una sola Iglesia. En primer lugar
nos se nos debe escapar que la visión aportada por el Concilio sobre el
Ecumenismo se sucede, inevitablemente, desde la perspectiva católica. Ante esto, y una vez admitida la limitación
que supone el que sea así, el Vaticano II realiza una retrospectiva histórica
en la que se evidenciará la unidad como algo real – vislumbrando el esplendor
en la época patrística como prototipo-, acaecido en el pasado y querido por el
mismo Jesucristo -la Iglesia Católica no se exculpa de los propios errores que
causaron la división posterior-.
Más
adelante se van a plasmar aquellas actitudes ecuménicas fundamentales, como por
ejemplo el respeto constante entre las diferentes confesiones, para lo cual se
deberán evitar expresiones que choquen de frente con los hermanos separados.
También hace falta un diálogo constante basado en el profundo conocimiento
mutuo entre las Iglesias, de manera que cada una exponga, de la manera más
clara posible su doctrina. El objetivo fundamental aquí será el de buscar los
puntos comunes antes que los adversos, antes las riquezas que las posibles
pobrezas.
En todo este caminar, se hace fundamental la oración, la
esperanza y la actitud de apertura, confiados en que el Espíritu llevará
todo a su lugar. Y también como decía el
Papa en Sri Lanka y que podemos aplicar al ecumenismo, hemos de "respetar
las legítimas diferencias y aprender a vivir como una única familia".
Samuel, de nuevo me parece un trabajo algo corto, sobre todo si tienes que utilizarlo para luego estudiar.
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