jueves, 26 de noviembre de 2015

Unitatis Redintegratio

“Unitatis redentegratio”

Comienzo este trabajo de la Unitatis Redintegratio con una cita del Cardenal Walter Kasper, en una conferencia que dio sobre el 40 aniversario de la promulgación del decreto conciliar: el ecumenismo es una aventura del Espíritu. Por eso, concluyo tomando prestadas las palabras con las que concluye también el Decreto: "La esperanza no quedará defraudada, pues el amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por la virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado" (Rm 5, 5) (n. 24).
El "Decreto Conciliar sobre el Ecumenismo" (Unitatis Redentegratio), presenta las bases doctrinales y las líneas de acción práctica del ecumenismo católico. Fue promulgado por el papa Paulo VI el 21 de noviembre de 1964, durante la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II. El Decreto recoge los principios católicos del ecumenismo, es decir, la Iglesia Católica reconoce que no hay un ecumenismo católico al lado de otro ecumenismo protestante u ortodoxo, sino que hay un único movimiento ecuménico, al que las diferentes Iglesias se unen a partir de sus propias posiciones doctrinales. Pues bien, gracias al Concilio Vaticano II y especialmente a este Decreto, después de una larga espera, la Iglesia Católica se ha incorporado al movimiento con un gran ímpetu y una extraordinaria esperanza. Dijo el Papa Francisco el año pasado en la clausura del Octavario de oración por la unión de los cristianos, "hemos de continuar con humildad y confianza, en el camino hacia el restablecimiento de la plena unidad de todos los creyentes en Cristo".

           El decreto se divide en tres secciones que son las siguientes:
a. Principios católicos sobre el ecumenismo.
b. La práctica del Ecumenismo.
c. Las Iglesias y comunidades eclesiales separadas.

Ya desde el proemio el documento señala que su finalidad, así como la de gran parte del Concilio, es la de establecer la pronta unión entre todas las Iglesias cristianas. La motivación mayor para que esto sea así, a la que aquí se alude, es la realidad de que Cristo fundó una sola Iglesia. En primer lugar nos se nos debe escapar que la visión aportada por el Concilio sobre el Ecumenismo se sucede, inevitablemente, desde la perspectiva católica.  Ante esto, y una vez admitida la limitación que supone el que sea así, el Vaticano II realiza una retrospectiva histórica en la que se evidenciará la unidad como algo real – vislumbrando el esplendor en la época patrística como prototipo-, acaecido en el pasado y querido por el mismo Jesucristo -la Iglesia Católica no se exculpa de los propios errores que causaron la división posterior-.

Más adelante se van a plasmar aquellas actitudes ecuménicas fundamentales, como por ejemplo el respeto constante entre las diferentes confesiones, para lo cual se deberán evitar expresiones que choquen de frente con los hermanos separados. También hace falta un diálogo constante basado en el profundo conocimiento mutuo entre las Iglesias, de manera que cada una exponga, de la manera más clara posible su doctrina. El objetivo fundamental aquí será el de buscar los puntos comunes antes que los adversos, antes las riquezas que las posibles pobrezas.

            
      En todo este caminar, se hace fundamental la oración, la esperanza y la actitud de apertura, confiados en que el Espíritu llevará todo  a su lugar. Y también como decía el Papa en Sri Lanka y que podemos aplicar al ecumenismo, hemos de "respetar las legítimas diferencias y aprender a vivir como una única familia".

1 comentario:

  1. Samuel, de nuevo me parece un trabajo algo corto, sobre todo si tienes que utilizarlo para luego estudiar.

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